El nombre de Aldo Castañeda será para siempre asociado a la cirugía cardiovascular para niños. Pese a su experiencia como especialista, académico e investigador de nivel internacional, eligió Guatemala, el país de su padre, para entregar sus conocimientos.
Él mismo dice: “uno no tiene que ser egoísta, debe enseñar a otras personas que puedan seguir la labor después de que uno muere”. En Estados Unidos capacitó a 48 médicos que ahora son jefes en esa especialidad alrededor del mundo. En Guatemala lo ha hecho ya con tres galenos.
La Fundación que lleva su nombre fue creada, no para darse notoriedad sino para ayudar a los niños de escasos recursos. “Yo vine aquí por los pobres, no para cobrar. A mí lo privado no me interesa”, dice con firmeza.
¿Cuáles fueron sus razones para crear la Fundación?
Cuando yo vine a Guatemala en 1997, Unicar (Unidad de Cirugía Cardiovascular) era una entidad del gobierno que sólo atendía las enfermedades del corazón que un adulto adquiere. Pero los bebés que nacían con un defecto en ese órgano, por malformación, quedaban fuera. Los niños morían y sólo vivían aquellos que tenían padres con dinero, quienes los podían llevar al extranjero para un tratamiento.
En aquel entonces sólo me dieron dos camas en cuidados intensivos. No había nada más. Por eso hice la Fundación, que es burocrática, pero necesaria para recaudar fondos. No la puse a mi nombre porque pueden pensar que uno se levanta algo. Por eso no tengo ni firma. Las donaciones nacionales o extranjeras son controladas por la Superintendencia de Administración Tributaria.
Por medio de la Fundación pudimos equipar todo. Ahora hay una gama de subespecialidades de cardiología pediátrica en Guatemala. Se reconstruyó la parte vieja de Unicar y en esto el gobierno no gastó ni un centavo.
Soy guatemalteco
Aunque el doctor Castañeda, de 75 años, nació en Italia dice: “Yo soy guatemalteco porque mi padre era de aquí”. Castañeda creció en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial. Cerró el bachillerato en Suiza y vino a Guatemala en 1951. “Tenía miedo de que empezara una Tercera Guerra Mundial y no me quería quedar en Europa”.